Biografía - Viaje al vacío neumático

Nacido en Hartford (Connecticut) en 1955, alumno de Raymond Carver (quien le bautizó en un curso de escritura creativa), a McInerney le acompaña puntualmente la etiqueta de minimalista que también aqueja a Bret Easton Ellis, el otro enfant prodige de la literatura estadounidense.

El apelativo de minimalista, para algunos infame, se debe a que las historias de estos escritores son una condensación de lo cotidiano, de sucesos mínimos y repetitivos, aunque, a menudo, esa misma cotidianidad esté teñida de tragedia y conflictos individuales.

Se narran existencias en las que dominan el hedonismo, la búsqueda del placer y la vacuidad de los valores, pero sin un trasfondo histórico preciso y definido. Por el contrario, la Historia (la de la "S" mayúscula) parece desaparecer en el "continuum" existencial de la narración, enlazando, en esto, con las interpretaciones sobre el "fin de la Historia", entendiendo por tal el final de los grandes acontecimientos epocales.

He aquí, pues, el retrato de generaciones y clases sociales desorganizadas, vacías y sin rumbo, presas de la cocaína, el dinero fácil y el sexo promiscuo. Junto a ello, sin embargo, está también el regreso triunfal de ese realismo que el posmodernismo había intentado barrer. Se trata, sin embargo, de una sociedad de fin de milenio, que tiene nuevos mitos y nuevas estrellas en su firmamento: supermodelos, estilistas,Drogas a raudales y muchos, muchos dólares. La violencia que rodea este mundo dorado, y a menudo infeliz, sólo aparece a través de las "pesadillas" de unos personajes que viven el anonimato como la peor de las condenas.

Los propios títulos dicen mucho sobre el contenido y la ambientación de las tramas: van desde "Las mil luces de Nueva York" (la novela que puso a McInerney en el mapa con sólo 29 años), hasta "Profesión: modelo", a las que siguieron "Rescate" (1987), "Sólo por cambiar" (1989), "Luces apagadas" (1992), "El último de los salvajes" (1996) y "Desnuda sobre la hierba" (2000).

El propio McInerney recuerda así sus comienzos: "El primer libro, como el primer amor, es el que no te puedes quitar de la cabeza y nunca olvidaré cuando Gary me llamó para decirme que Random House había comprado mi primera novela, aún sin título. 1982, Nochebuena. Yo acababa de salir del Departamento de Inglés de la Universidad de Syracuse, vivía conmi prometida en un pequeño piso de alquiler frente a la casa de Raymond Carver. Estaba literalmente arruinado y a punto de pedirle a mi padre un préstamo para comprar los regalos de Navidad. Gary [el agente literario, ed.] se las arregló para que me dieran la primera mitad del anticipo a toda prisa, no era una gran suma, pero para mí, en aquel momento, era mucho dinero".

En cualquier caso, McInerney, etiquetado de vez en cuando como portavoz de los yuppies o de la "no generación", rechaza los esquemas demasiado simplistas de ciertos críticos y se considera un outsider por derecho propio.

Una nota de color es su pasión por los vinos, de los que es un auténtico entendido, hasta el punto de que mantiene una columna especial en el Chicago Tribune.