Biografía - Emblemas del cine mediterráneo

Conocida por la cálida belleza de una especie de Brigitte Bardot mediterránea, Cardinale siempre ha tenido un impacto especial en el público.

Y no sólo eso: baste decir que Luchino Visconti y Federico Fellini, para sus respectivas obras maestras rodadas al mismo tiempo ('Il Gattopardo' y 'Otto e mezzo'), no queriendo renunciar a ella, se la disputaron aceptando tenerla una semana cada uno, obligándola así a teñirse constantemente el pelo, ya que en una película tenía que lucir una melena cuervo,la otra rubia.

La suya ha sido una carrera asombrosa que, a pesar de su belleza, nadie habría predicho. El timbre tan característico de su voz ronca, grave y ligeramente arrastrada parecía un defecto para la joven Claudia, pero en cambio se convirtió en una de sus señas de identidad más reconocidas. Sin embargo, la inseguridad acerca de sus propios medios la llevó a abandonar el Centro Sperimentale di Cinematografia, decidida adedicarse a la carrera docente.

Nacida en Túnez el 15 de abril de 1938 de padres de origen siciliano, Claudia Cardinale dio sus primeros pasos en el mundo del cine en Túnez, participando en una pequeña película de bajo presupuesto. En 1958, se trasladó con su familia a Italia y, sin grandes expectativas, decidió asistir al Centro Sperimentale di Cinematografia. No se sintió a gusto, el ambiente la decepcionó y sobre todono puede controlar tan bien como quisiera su dicción, que adolece de un fuerte acento francés.

1958 fue el año de "I soliti ignoti", la obra maestra de Mario Monicelli que abrió las puertas del cine a un grupo de actores entonces poco conocidos, entre ellos Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni, Salvatori y nuestra joven Claudia Cardinale, cuyas fotos aparecidas en una revista semanal habían llamado la atención del productor Franco Cristaldi, jefe de Vides (que más tarde se convertiría en su marido), quiense tomó la molestia de contratarla.

La película de Monicelli, huelga decirlo, fue un sonoro boom, acreditándose inmediatamente como una de las obras maestras de la cinematografía italiana. Cardinale con este título ya habría sido inscrita de oficio en la historia del cine.

Afortunadamente, llegaron otras participaciones, como 'Un maledetto imbroglio', de Pietro Germi, y 'I delfini', de Francesco Maselli, en las que Cardinale fue construyendo su interpretación liberándose de los clichés de la simple belleza mediterránea.

Pronto se fijó en ella Luchino Visconti, quien, de nuevo en 1960, la convocó para el rodaje de "Rocco y sus hermanos", otra obra maestra de calibre histórico, preludio de su entrada en esa otra joya de la reconstrucción histórica que es la adaptación cinematográfica de "El Leopardo", en la que la belleza de la actriz tunecina resalta en toda su aristocrática umbría.

En esa misma época, la actriz dio a luz a un hijo ilegítimo adoptado posteriormente por Cristaldi, y afrontó con gran dignidad y valentía el escándalo y las habladurías que el asunto provocó en la mentalidad aún rígida de aquellos años.

Fueron años de gran popularidad para Cardinale, que protagonizó "La viaccia" (1961, con Jean Paul Belmondo) y también actuó en "Otto e mezzo" (1963), de Federico Fellini; después participó en numerosas producciones de Hollywood, como "La pantera rosa" (1963, de Blake Edwards, con Peter Sellers), "El circo y su gran aventura" (1964) junto a John Wayne y "Los profesionales" (1966), de RichardBrooks.

En 1968, gracias a Sergio Leone, logró otro gran éxito con "Érase una vez en el Oeste" (con Henry Fonda y Charles Bronson), en la que interpretó el papel protagonista femenino.

Ese mismo año, protagoniza "Il giorno della civetta", de Damiano Damiani, y se mete con gran profesionalidad en el papel de una plebeya siciliana, ofreciendo aquí una de sus mejores interpretaciones.

Tras el fin de su matrimonio con Cristalli, la actriz se asoció en los años setenta con el director Pasquale Squittirei, que la dirigió en las películas "Il prefetto di ferro", "L'arma" y "Corleone", únicas apariciones de la década en la que, con su nueva maternidad, la actriz decidió dedicarse principalmente a su vida privada.

En los años 80 volvió de nuevo a los escenarios, intacto su encanto que parece aumentar con el paso de los años, y fue actriz para Werner Herzog en 'Fitzcarraldo', para Liliana Cavani en 'La pelle' y para Marco Bellocchio en su 'Enrico IV'.

En 1991 volvió a trabajar con Blake Edwards junto a Roberto Benigni en "El hijo de la Pantera Rosa".

Aclamada en el Festival de Berlín de 2002, recibió el merecido Oso de Oro a la Trayectoria.